Periodista y narrador periodístico. |
Nació el 26 de noviembre de 1932 en un conventillo de las calles porteñas de Chile y Defensa, en pleno San Telmo. Hijo de la castellana Doña Consuelo y el gallego José. Estudió –y se recibió de Técnico Químico- en el Otto Krause, pero se crió en el Centro Lucense donde jugó al básquet con los que fueron sus amigos de toda la vida. Allí conoció a Ofelia, quien fuera su esposa. Las vueltas de la vida, los llevaron a vivir a Mar del Plata. Allí tuvieron a sus hijos Sandra y Fernando. Corrió en varias oportunidades la tradicional carrera Mar y Sierras. También en esa ciudad costera Oscar comenzó a dirigir técnicamente la selección de básquet de Mar del Plata. En una oportunidad, mientras veía un partido de ese deporte entre dos clubes, a una emisora local que transmitía el encuentro había faltado el comentarista y le pidieron si les daba una mano al relator. Lo escuchó uno de los dueños de la radio, Fernando Romay (hermano de Alejandro), lo contrató y allí comenzó la extensa carrera periodística.
Volvió a Buenos Aires para trabajar en Radio Libertad, luego en varios medios gráficos y radiales, hasta que recaló en Canal 7. Allí, tras la ida de José María Muñoz para abocarse de lleno a Radio Rivadavia, Oscar asumió la jefatura de deportes de dicha emisora. Desde allí convenció al presidente Juan Domingo Perón a que el deporte donde hubiera representantes argentinos se emitiera por ese canal; época de deportistas de la talla de Reutemann, Vilas, Monzón, Galíndez, etc. Construyó con el entonces Presidente de la Nación una excelente relación que le costó estar prohibido durante la dictadura cívico-militar de 1976.
Cuando vuelve la democracia, Oscar conducía un acto en el Centro Galicia de Buenos Aires (ex Centro Lucense) a donde acudía el flamante presidente Raúl Alfonsín quien personalmente –ante la sorpresa del periodista- le preguntó por su situación laboral y le dijo que personalmente se ocuparía de hacer justicia, y a las pocas semanas volvió a lo que ya se llamaba ATC.
Oscar Gañete Blasco tuvo una vida de humildad, compañerismo, lealtad y siempre luchando por la justicia social a partir de la empatía y amor al otro. Tendía una mano a todo aquel que lo necesitara. No sólo se destacó profesionalmente, sino sus compañeros y colegas siempre preponderan la manera de manejarse en la vida. Era incapaz de hablar mal de nadie, respetando el pensamiento del otro. Es por eso que quien lo conoció tiene buenos sentimientos.
Se fue muy temprano, la madrugada del 25 de febrero de 1990. Esa mañana debía estar en el estudio de ATC para presentar el automovilismo. La decisión de su compañero Carlos Legnani, al enterarse de lo ocurrido, inmortalizó la jornada, abriendo el programa sin cortina musical, en silencio, con la imagen del sillón habitual del presentador vacío y un discurso del relator pampeano que arrancó llantos en compañeros y televidentes.
Hoy sigue presente en algunos relatos y programas de archivo, pero por sobre todo en el corazón de quienes lo conocieron
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